LOS APUNTES DE MALTE LAURIDS BRIGGE
RILKE, RAINER MARIA
El colorido y la plasticidad de las descripciones, la reproducción prolija y cuidadosa del trasfondo de la época y la asombrosa legibilidad son tres de los rasgos que distinguen este libro de un narrador tan sabio como sereno. MARCEL REICH-RANICKI
En 1902 Rainer Maria Rilke llegaba a París para conocer a Auguste Rodin, de quien acabaría siendo secretario durante un año. El disgusto y el sentimiento de desubicación que le produjo la ciudad le inspiraron un proyecto de novela que en principio iba a titularse Diario de mi otro yo. Pero ese «otro yo» al que veremos pobre, atemorizado, sin familia ni amigos, deambulando por un París ruidoso y masificado, lleno de enfermos y mendigos que parece que le acosan, acabó convirtiéndose en el sujeto de un libro con un sentido de la composición inédito en su día pero que hoy −más de un siglo después− relacionaríamos con los llamados «géneros fronterizos». Los apuntes de Malte Laurids Brigge (1910) ha llegado a considerarse, según el poeta Hans Egon Holthusen, «una de las obras más rupturistas de la literatura moderna».