UN DÍA MÁS CON VIDA
KAPUSCINSKI, RYSZARD
Segunda mitad del siglo XX: allí donde estalla una guerra o una revolución, donde se produce un golpe de Estado o hay un imperio que se desmorona, casi seguro que transcurren ante ese excepcional testigo de la historia in statu nascendi que es Ryszard Kapuscinski quien, en 1976, escribe Un día más con vida, que junto con muchos lectores considera su mejor obra. La revolución de los claveles anuncia el fin del colonialismo portugués y fija la proclamación de la independencia de Angola para el 11 de noviembre de 1975. Tres meses antes, Kapuscinski se instala en Luanda, donde asiste al «éxodo blanco»: observa cómo van abandonando el país médicos e ingenieros, bomberos, basureros y policías, corresponsales extranjeros y enviados especiales... Incluso los perros. Mientras, en su avance hacia la capital, la guerra por el poder en el futuro Estado soberano se recrudece por momentos, sembrando el caos, la desolación y la muerte.
Cuando está a punto de despegar el último avión y zarpa el último barco, se necesitan grandes dosis de valor o de insensatez para tomar la decisión de quedarse allí hasta la fecha señalada. Kapuscinski la toma: se quedará hasta el final. No porque sea un héroe o un loco, sino porque su innata curiosidad de periodista y el deseo tan característico de él de verlo todo con sus propios ojos para luego contar la verdad de lo vivido resultan más fuertes que el miedo a morir de un balazo (o por deshidratación). Un día más con vida, el más personal y literario de sus libros, se aleja mucho de lo que identificamos como relato de un reportero. Se trata más bien de un diario íntimo, escrito por un ser humano al límite de sus fuerzas, abrumado por su soledad y consciente de su indefensión ante la amenaza de muerte que se cierne sobre su cabeza. Al igual que sobre las cabezas de tantos angoleños, soldados y civiles, que protagonizan el libro.
«Lección de periodismo y de maravillosa literatura» (J. Estefanía, El País).