SU NOMBRE ES BOND, JAMES BOND
LA GUÍA DEFINITIVA SOBRE EL AGENTE 007
TEJERO, JUAN
Cuando el mundo podía dividirse en dos bandos y la "guerra fría" acaparaba los titulares de los periódicos, un personaje literario de singular trascendencia daba sus primeros pasos. Su autor, Ian Fleming, le bautizó con el nombre de James Bond, pero su denominación clave es 007, agente especial al servicio de Su Majestad Británica. El cine no podía dejar escapar tan jugoso material, y de la mano de un avispado productor llamado Albert R. Broccoli nació el personaje cinematográfico más importante de las últimas décadas, un nuevo héroe que con el paso del tiempo ha llegado a convertirse en un fenómeno sociológico sin precedentes en la historia del cine. La influencia de 007 en los años sesenta, con Sean Connery a la cabeza, llegó a convulsionar el mundo; los setenta, con Roger Moore como nuevo estandarte de la serie, vieron cómo el héroe se convertía en una caricatura de sí mismo, y los ochenta intentaron devolver al mito algo de su charmé original, aunque Timothy Dalton fracasara miserablemente en el empeño. Nunca estuvieron los responsables de la serie tan cerca de firmar el certificado de defunción del Bond cinematográfico.
La nueva década, sin embargo, aportó aires nuevos al personaje. En los noventa, Pierce Brosnan aportó savia nueva al mito, además de millones de dólares, y se reveló tan elegante y apuesto como el mejor de los múltiples Bond. Quizá menos canalla que en otras ocasiones, pero, con lo bajo que habían dejado el listón sus dos predecesores, tampoco íbamos a reprochárselo. El nuevo milenio nos ha traído un nuevo 007, Daniel Craig, cuyo futuro se presenta cuanto menos incierto, aunque la serie, como los millonarios con pedigrí, puede permitirse el lujo de vivir de las rentas.
Como todo el mundo sabe, las aventuras del agente con licencia para matar son como los diamantes: para la eternidad.