ROSTROS
ROMA, VALENTÍN
En el mes de septiembre de 1968, John Cassavetes estrenó en el Festival de Cine de Venecia su película Faces. Apeas unos días antes, el 31 de agosto, Pablo Picasso inició, en su caserón de Notre-Dame-da-Vie, una serie de veintiún grabados que lleva por título Rafael y la Fornarina observados por el Papa.
El cordón umbilical que une estas y otras colecciones de disparidades narradas aquí podría ser, quizás, el rostro. Todo pasa en la cara, todo es la cara. Cualquier biografía es, también, una arqueología del rostro, cualquier diagnóstico sociológico es una reconstrucción facial, cualquier intervención artística es un ejercicio de anaplastología, cualquier política es una coreografía de expresiones, cualquier economía es un archivo de desgastes y de arrugas. Liftings ideológicos, botox religiosos, estiramientos creativos, despigmentaciones urbanas, peelings territoriales
Hoy, más que nunca, parece que la realidad se transformó en un minúsculo apartado de la cosmética.
Este libro es relato y ensayo a la vez. O colección de relatos que no sólo «refieren lo sucedido», sino que también «desarrollan ideas». Y lo hacen a partir de cientos de personajes: para algunos lectores éstos sólo serán nombres y más nombres; pero otros reconocerán enseguida a los protagonistas de esta época de estupor, donde (casi) todo el mundo quiere ser otro o, como mínimo, ser distinto. Y es confesión al mismo tiempo que reflexión, pues su preguntar es un preguntarse a la vez, y su discurrir (en esas seis partes dobles en que simétricamente se articula y concatena) no es tanto el de la averiguación (alcanzar una respuesta) como el de la deambulación (ver dónde están las preguntas que importan, aquí y allá, dentro y fuera).
Es también una inquisición angustiosa sobre nuestra posibilidad política y ontológica de hacernos una idea (una imagen, un desdoblamiento) de lo que somos o aun de lo que deberíamos ser, pues la ética del deber ser atraviesa también buena parte de este libro.
En el blog http://valentinroma.org puede seguirse su abordaje a las distintas imágenes que nutren Rostros.
Este libro es relato y ensayo a la vez. O colección de relatos que no sólo «refieren lo sucedido», sino que también «desarrollan ideas». Y lo hacen a partir de cientos de personajes: para algunos lectores éstos sólo serán nombres y más nombres; pero otros reconocerán enseguida a los protagonistas de esta época de estupor, donde (casi) todo el mundo quiere ser otro o, como mínimo, ser distinto. Y es confesión al mismo tiempo que reflexión, pues su preguntar es un preguntarse a la vez, y su discurrir (en esas seis partes dobles en que simétricamente se articula y concatena) no es tanto el de la averiguación (alcanzar una respuesta) como el de la deambulación (ver dónde están las preguntas que importan, aquí y allá, dentro y fuera).