LOS BIENAVENTURADOS
ZAMBRANO, MARÍA
Los bienaventurados de María Zambrano compone en sus fragmentos las islas de un logos sumergido, territorios entresacados de los oscuros lugares ocultos al implacable imperio de la razón discursiva. Más allá de la identidad de ser y pensar, más allá de la filosofía, Zambrano establece un nuevo diálogo entre el gnosticismo, la razón occidental y la poesía. De la vida a la muerte, tejiendo sus confines, la «visión», ese otro modo de conocer, descubre las prodigiosas heridas a través de las que el ser se abre y se revela. Quizás en ninguna otra obra de Zambrano se aborden con mayor penetración y belleza las raíces de la conciencia y su inhibición frente al alma vegetativa librada a sí misma, a la materia suelta, a la exasperación que ello conlleva de la humana esperanza. Adentrándose nuevamente hacia el punto inviolable del ser donde se inicia el crecimiento de toda vida, nuevos giros reveladores clarifican los lugares del cuerpo y sus despliegues desde el arrastrarse inicial de toda la vida la sierpe, el ímpetu vital, y la incesante búsqueda del cuerpo desconocido, ya que ninguno le basta a la vida. Y la meditación sobre la escala de la vida y del cuerpo viene acompañada de una fenomenología de la esperanza y sus modos, sus territorios colindantes (la fe, la caridad, la gracia, la generosidad), su sustento (la confianza), sus congéneres (ilusión, avidez, arrogancia), sus propias mutaciones en la exasperación y la desesperanza, y finalmente sus tránsitos hacia la abolición de toda espera, hacia el puro desamparo que desata el tiempo, lo entrega a la inmensidad de su propia incertidumbre, al vacío, al desierto. La esperanza sin fin. Aparecen así los Bienaventurados como «pájaros impensables», «lugares de un abismo blanco», indiscernibles al filo del silencio, corona de la condición humana al quedarse sólo en lo esencial de ella, en su identidad invulnerable. El exiliado, el místico, el filósofo, el poeta serían los contrapuntos, y los danzantes, cada uno a su modo, de esa persecución del centro inexorable, más allá de toda tentación de existir, de toda contienda, en el desposeimiento de toda pretensión, de cualquier enajenación. Este libro, lejos de propiciar un decálogo de la felicidad, adentra, interioriza, el desierto en el alma, y aguza el oído, y es también propedéutico, para bien aprender a ser movido por y en la luz.
Jesús Moreno Sanz
María Zambrano (Vélez-Málaga 1904-Madrid 1991) estudió Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid. Discípula de Ortega y Gasset, Zubiri y García Morente, en 1931 fue nombrada profesora de Metafísica en la mencionada universidad. Al finalizar la guerra partió al exilio, un largo destierro durante el cual vivió en Cuba, México, Italia y Suiza. En 1984 regresó a Madrid, donde residiría hasta su muerte. En 1981 le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias y en 1988 el Premio Cervantes. Entre los títulos más destacados de su producción se encuentran: Filosofía y Poesía (1939), Hacia un saber sobre el alma (1950), La España de Galdós (1960), El sueño creador (1965), Claros del bosque (1977), De la Aurora (1986) o Notas de un método (1989). De la obra de María Zambrano, Siruela ha publicado Los bienaventurados; El hombre y lo divino; Los sueños y el tiempo; España, sueño y verdad; Séneca; La confesión: género literario y Persona y democracia, así como La razón en la sombra, una antología crítica de sus textos a cargo de Jesús Moreno Sanz.
Este breve libro, soportando aun la cruz de la filosofía, compone en sus fragmentos las islas de un logos sumergido, territorios entresacados de los oscuros lugares ocultos al implacable imperio de la razón discursiva. Más allá de la identidad de ser y pensar, más allá de la filosofía, Zambrano establece un nuevo diálogo entre el gnosticismo, la razón occidental y la poesía. De la vida a la muerte, tejiendo sus confines, la «visión», ese otro modo de conocer, descubre las prodigiosas heridas a través de las que el ser se abre y revela. Quizás en ninguna otra obra de Zambrano se aborden con mayor penetración y belleza las raíces de la conciencia y su inhibición frente al alma vegetativa librada a sí misma, a la materia suelta, a la exasperación que ello conlleva de la humana esperanza... Este libro, lejos de propiciar un decálogo de la felicidad, adentra, interioriza, el desierto en el alma, y aguza el oído, y es también propedéutico, para bien aprender a ser movido por y en la luz.