LA PESCA DE LA TRUCHA EN AMÉRICA
RICHARD BRAUTIGAN
Richard Brautigan habría cumplido los 75 el pasado mes de enero si no se hubiera pegado un tiro en 1984. Blackie Books hace una fiesta y celebra al menos lo primero con la publicación de La pesca de la trucha en América , primera novela de este dios de la contracultura americana y del anticanon literario, primer volumen de la Biblioteca Brautigan que publicará la casa. Al que no sepa quién es Brautigan le envidiamos la suerte de poder leerlo por primera vez, ahora en castellano. Y al que lo sepa, le recomendamos que haga como nosotros: volver a comprárselo incluso aunque ya lo tenga, y volver a leerlo si es que no lo recuerda.
Brautigan dijo una vez que su lugar en la historia de la literatura, del mundo, es decir, en la foto panorámica de la historia, era el lugar de las nubes. Suponemos que se refería a la parte más bonita de las fotos con nubes, pero podría tratarse de ese limbo donde, en efecto, quedaría atrapada hasta ahora la edición española de La pesca de la trucha en América , aunque gracias a este libro más de uno llegara a imaginar el día en que se escribirían «brautigans» en lugar de novelas.
He aquí, pues, el comienzo de una obra extensa y variada que, en opinión de muchos, incluso anuncia a autores tan dispares como Raymond Carver o David Foster Wallace, aunque no haga falta compararla con más que con ella misma y, de todas formas, para orientar al lector, pueda decirse que Brautigan es heredero sentimental de Hemingway, que su humor bebe deMark Twain y que tiene una vena filosófica que entronca con Emerson y Thoreau . En cuanto a La pesca de la trucha en América, y para simplificar, podría decirse que se trata de un viaje emocional y espiritual por una época idealizada en la memoria del autor y en la historia, un extenso poema en prosa, humorístico y melancólico, profundo y travieso, absurdo en el relato de lo cotidiano y, sobre todo, resistente al análisis y la clasificación. Y que cuando salió vendió más de 2 millones de ejemplares.
Desde luego, como siempre, que sea lector quien decida. Porque, tal vez, la prueba de la grandeza de Brautigan sean las pasiones encontradas que siempre ha despertado y que, con un poco de suerte, seguirá despertando.
La pesca de la trucha en América es el primero de los volúmenes de la Biblioteca Brautigan de Blackie Books.
Pronto más.
Richard Brautigan (1935-1984) dijo una vez que su lugar en la historia ?de la literatura, del mundo?, es decir, en la foto panorámica de la historia, era el lugar de las nubes. Suponemos que se refería a la parte más bonita de las fotos con nubes, pero podría tratarse de ese limbo donde, en efecto, quedaría atrapada hasta ahora la edición española de La pesca de la trucha en América, aunque gracias a este enorme librito errante más de uno llegara a imaginar el día en que se escribirían «brautigans» en lugar de novelas.
Quien no lo haya leído aún y se haga con un ejemplar puede estar tranquilo: habrá conjurado la eventualidad de no descubrir nunca lo mucho que Brautigan supo hacer con tan poco. Desde luego, el escéptico podría preguntar quién se acuerda ya de este autor aunque, por nombrar a uno entre muchos, Murakami reconozca en él a un precursor y La pesca... vendiera más de dos millones de ejemplares en su momento. Habrá, pues, quien opine que sus escritos pertenecen al pasado, al igual que el espíritu con el que se le identififi ca: el hippismo y la contracultura americana de Dylan o Ginsberg. Pero Brautigan podría haber sintonizado con nuestra época si no se hubiese pegado un tiro. Por algo se ha dicho que su obra incluso anuncia a autores tan dispares como Raymond Carver o David Foster Wallace.
Heredero sentimental de Hemingway, con un humor que bebe de Mark Twain y una vena filosófica que entronca con Emerson y Thoreau, Brautigan emprende en este libro un viaje emocional y espiritual por una época idealizada en su memoria y en la historia, componiendo un extenso poema en prosa, humorístico y melancólico, profundo y travieso, absurdo en el relato de lo cotidiano y, sobre todo, resistente al análisis y la clasificación.
No obstante, que sea el lector quien decida. Porque, tal vez, la prueba de la grandeza de Brautigan sean las pasiones encontradas que siempre ha despertado y que, con un poco de suerte, seguirá despertando.