LA GRÚA
ZIMNIK, REINER
En todas las ciudades hay grúas, esas jirafas metálicas que mueven las cabezas entre los edificios más altos. Pero en aquella ciudad no había ninguna, y como la ciudad crecía sin parar y la mercancía se agolpaba en la estación, el alcalde y los doce concejales decidieron construir una grúa de carga en las afueras de la ciudad. Un día un hombre trepó a lo más alto de la grúa y no quiso bajar. Era tan maravilloso ser el conductor de aquella máquina, oír zumbar el motor y chirriar las poleas...
Desde allí arriba podía ver las estrellas por las noches; y por el día, los ríos, los barcos y toda la ciudad. Por eso, el hombre de la grúa no quería bajar...
El rugido del motor, el zumbido de las poleas; contemplar la luna y las estrellas; disfrutar del paisaje de la ciudad desde lo alto.
¡Qué suerte ser conductor de grúa!