CON SU PROPIA CABEZA
EL SOCIALISMO EN LA OBRA Y LA VIDA DEL CHE
MONEREO, MANUEL
(...) algunas de las más difundidas aproximaciones a la figura del Che suelen ahora dejar en segundo plano, o poner en sordina, su pensamiento marxista y su concepto de comunismo para, desde ahí, acentuar la singularidad única del activista que se propone un imposible (o lo que se considera un imposible desde una visión distanciada de aquella historia).
No sé si quienes así se aproximan a la biografía del revolucionario argentino-cubano tienen o no conciencia plena de lo que están haciendo con el Ché. Pero es seguro que al privilegiar el estudio de los rasgos más llamativos de su carácter sobre lo que fue en realidad su pensamiento marxista y su reflexión teórica comunista lo que se consigue es demediar a Ernesto Guevara: convertirlo en un personaje de ficción romántica que todavía (¡ay, todavía!) podría ser presentado por los más jóvenes a los señores bienestantes de nuestra sociedad sin que se sobresalte el padre gruñón y semicínico que dice una y otra vez de él mismo que se ha hecho mayor para seguir creyendo en ideologías, pero que en realidad trata de ocultar a los hijos que, con los años, se ha hecho de derechas.
(...) Vendrán tiempos en que el Ché dejará de ser un rostro con halo postromántico grabado en una camiseta o utilizado conveniente por las agencias de publicidad para vender. Cuándo llegarán esos tiempos no lo sé. Lo que sí sé es que para que esos tiempos lleguen antes tenemos que reconstruir su figura, entenderlo por entero, en su pensamiento y en su acción. Y para eso se necesita aclarar no sólo qué tipo de marxista y qué tipo de comunista era Ernesto Guevara, sino también qué pensaba de la mundialización del capital, qué concepción tenía del imperialismo realmente existente, por qué llegó a la conclusión de que la construcción del socialismo en la URSS se había metido en una vía muerta y por qué dio tanta importancia a la subjetividad y a los estímulos no materiales en la construcción de una sociedad de iguales alternativa.
Francisco Fernández Buey (del prólogo a este libro)